Cada dos minutos

El verano llegaba a su fin y María no había sabido nada de Pedro desde que se despidieron una lluviosa tarde de junio. Era inusual que en aquella isla lloviera, y más aún en junio, parecía que el tiempo estaba anunciándoles como iban a sucedes las cosas de aquí en adelante, esa fue la última vez que se vieron.

Llevaban dos años juntos, a pesar de ser cada uno de una punta del país el destino les había hecho coincidir durante un tiempo en el mismo punto, poco después estaban juntos, sólo tuvieron que conocerse de verdad para saber que eran lo que el otro estaba buscando.

Al empezar junio sabían que tendrían que empezar a replantearse las cosas, acababan la universidad y lo más normal es que cada uno volviera a su casa para empezar a forjarse una nueva vida.

Durante el año anterior Pedro le había insistido repetidas veces en irse a vivir juntos, cosa que María que rehusaba por el momento, pero sabiendo que algún día sería lo que harían; nada le hacía sospechar que cuando ella le propusiera a Pedro irse a Madrid juntos a empezar los dos de cero obtendría silencios como respuesta.

La noche anterior a volver a casa de unas mini vacaciones juntos ella se lo soltó de golpe:

-    Pedro, he estado pensando… ¿y si nos vamos a Madrid a vivir juntos? Así los dos estaríamos en igualdad de condiciones, ni yo te adosaría a mis amigos y ni tú a los tuyos. Empezaríamos los dos de cero, juntos.

Pedro se limitó a mirarla y besarle la frente.

A la mañana siguiente salieron dos vuelos, María volvió a casa y Pedro fue a la suya. En el aeropuerto se despidieron y se dijeron que hablarían durante el verano de los planes que propuso María, Pedro le prometió que se lo pensaría.

Pero el verano estaba llegando a su fin y María no había vuelto a hablar con Pedro desde aquella mañana en el aeropuerto. Cada dos minutos recordaba la escena, se veía a ella contándole a su novio sus planes de futuro y a él callado observándola. Cada dos minutos.

Cada dos minutos encontraba nuevas señales que le hacían ver que aquella relación debió acabar en ese mismo momento y no alargar la agonía tres meses, nadie merece eso.

En ese preciso momento un taxi paraba en la puerta de la casa familiar de Pedro y María se bajaba de él bajo la atónita mirada de Pedro que llegaba justo en ese momento.

-    He venido a decirte que esto no puede seguir. Llevamos tres meses sin vernos, sin hablarnos y, seguramente, sin echarnos de menos. Cuando te llamo no contestas, cuando llamas tú soy yo la que no lo hace. Así que he venido para decirte adiós, no debemos hacernos más daño. Sé feliz, yo haré lo mismo. Me lo he ganado.

Qué les pasa a los hombres

Le esperaba una noche tranquila, había estado todo el día en casa recomponiéndose de la agotadora nochevieja que había terminado hacía menos de doce horas y decidió encender el televisor.
Las perspectivas no eran muy buenas, necesitaba algo que le hiciera olvidar las cuatro horas que durmió la noche anterior, pero a la vez necesitaba que no hubiera que pensar demasiado, su cabeza no respondería a demasiado trabajo esa noche.
Decidió dejar la película que estaba a punto de comenzar en un canal de televisión, "¿Qué les pasa a los hombre?", típica pregunta que se hace alguien cuando está esperando que el hombre perfecto aparezca en su vida y la vea mientras que para los demás parece ser invisible.
Nadie le avisó que durante la retrasmisión se iba a plantear su vida a cada escena e incluso se vería reflejada en un personaje.
Se planteó las dudas de la película como si ella misma las hubiera planteado y lo que fue incapaz de sacarse de la cabeza fue una de las conversaciones que Gigi y Alex mantuvieron:

                    "¿Tengo que huir de todos los tipos a los que no les gustos?
                     Sí
                     Pero entonces no va a quedar nadie"

Eso era exactamente lo que le pasaba a ella, no le gustaba a nadie, o eso creía.
Ella iba todos los días a una cafetería para ver al chico del que estaba enamorada, él apenas sabía que ella existía a excepción de las dos veces que se cruzaron en la puerta y uno de los dos tuvo que desviar su camino, cosa que normalmente hacía él.
Él siempre iba acompañado de un amigo y ella de una amiga.
Cuando llegaban al local empezaban a sentirse observadas y ella, por fastidiar, le decía a su amiga que el acompañante del chico de sus sueños la miraba a ella, que llegaría un día en que hablarían y eso le serviría a ella para poder acercarse a su chico ideal.
No sabía lo equivocada que estaba porque hoy, un año después, estaba en casa viendo una película romántica junto a la persona que completaba su vida, el amigo del chico del que creía estar enamorada.